Información para pacientes
Sordera, trastornos en la audición
Esta información ha sido elaborada por el grupo de Educación para la Salud de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Pretende que los pacientes conozcan mejor sus enfermedades.
Nadie duda que poder oír es uno de nuestros más preciados dones, y no nos referimos a oír los bellos trinos de los pájaros, el estrellarse las olas contra los espigones o los sonidos de magníficas orquestas donde muy variados instrumentos emiten infinitas notas de variable intensidad, unas agudas y otras graves y con cadencia y ritmos particulares. Son notas que han surgido de la increíble creatividad de músicos magníficos como Mozart o Bach. El sonido puede también deleitarnos procediendo de otros orígenes, desde el rasgar de una guitarra al golpear de una simple pandereta.
El sonido nos ayuda a comunicarnos. Hay otros sonidos que nos son claves en la vida, y es que los humanos nos comunicamos, y aunque podemos utilizar muchas vías para hacerlo la palabra es la que sin duda es la mejor.
Para comunicarnos hablando necesitamos expulsar el aire que almacenan nuestros pulmones; este sale por los bronquios y la tráquea, pasar por encima, hacer vibrar las cuerdas vocales y aún más arriba que ese sonido se module por los músculos de la boca, que según la posición que adopten sonará como una a, una b, o una zeta…. Pero también se necesita la otra parte, y es que esos ruidos que llamamos ondas sonoras, y que caminan por el aire a una velocidad de 340 metros por segundo deben ser captadas. Lo hacemos por nuestras orejas, que también llamamos pabellones auditivos; en ellos la onda penetra, es conducida por un canal que llamamos conducto auditivo externo hasta encontrarse y golpear a una membrana, conocida como el tímpano. El sonido la hace vibrar y hace movilizar una cadena de huesecillos, el más importante uno que por su forma llamamos estribo. Éste al moverse estimula en el oído interno a un nervio que llamamos el nervio acústico, que va a transmitir la onda sonora al interior de nuestro cerebro, donde se distribuye y se interpreta… De esta forma unos determinados ruidos los captamos y significan para nosotros: buenos días, amor te quiero, o millones de cosas más.
El día de hoy es el día de la audición, celebrémosle con alegría, alegría porque oímos, y una mayoría no padecemos las distintas maneras de su daño, que en general llamamos sordera. En sus formas ligeras hablamos de hipoacusia, y en sus formas graves de cofosis.
1. ¿Dónde puede originarse la pérdida de audición?
Cualquiera de las regiones que hemos comentado nos permiten oír e interpretar los sonidos. Puede fallar la trasmisión de los mismos por ej. sí acumulamos grasa o cerumen en el conducto auditivo, es lo que coloquialmente llamamos “tener un tapón”. En ocasiones es que en el mismo existe un fenómeno inflamatorio, o una infección. Otras veces los huesecillos se han endurecido, están rígidos y no pueden vibrar, lo que definimos como otosclerosis. O la membrana del tímpano ha perdido elasticidad y sucede lo mismo. Puede suceder, aunque es más raro, que el nervio acustico o el oído interno estén dañados, son asiento de un tumor, por ej. un neurinoma; o porque determinadas sustancias lo han alterado, como sucedía antes al tratar la tuberculosis con estreptomicina que era potencialmente ototóxica o por envejecimiento.
2. ¿Cómo podemos resolver esta situación?
Hay muchas formas de hacerlo dependiendo de la causa, desde retirar “el tapón”, lo que hace el otorrino con facilidad y unas pinzas, aplicando lavados o pomadas, usando medicamentos antiinflamatorios, y en otros casos antibióticos que controlen la infección. Otras veces no podemos hacer que la onda sonora penetre mejor, pero sí incrementar la intensidad de la misma, eso es lo que consiguen los audífonos, que cada vez son mejores y más estéticos de manera que si el afecto no quiere que se le vean es casi posible conseguirlo. Ante otros problemas las actuaciones pueden ser más complejas: reconstruir los huesecillos, reparar la membrana del tímpano, la llamada tímpano-plastia etc...
3. ¿Qué tipos de sordera podemos padecer?
La sordera puede ser uní o bilateral, de un lado o de ambos, ser hereditaria o consecuencia de una enfermedad, y será adquirida, por ej. un traumatismo, exposición largo tiempo a ruidos intensos, infecciones, como podría ser el caso de la rubéola que afecta a la embarazada y que puede dañar a su feto, el sarampión o la meningitis o como hemos comentado la agresión de tóxicos. Es frecuente que los adultos pierdan la capacidad de oír algunas frecuencias sonoras que los jóvenes si pueden, lo que llamamos presbiacusia.
4. ¿Qué debo hacer si no oigo bien?
Lo que es importante es que ante la menor sospecha la situación sea valorada por un otorrino, él hará la valoración, generalmente a través de una prueba que llamamos audiometría y que valora si se perciben determinadas intensidades sonoras, que se miden en decibelios, y la frecuencia de las ondas sonoras, que se miden en hertzios.
5. ¿En qué consiste la sordomudez?
Si la sordera es de nacimiento no se adquiere la capacidad de hablar, y a los afectos se les llama sordomudos. En general la vida social de los sordos se altera mucho, y más la de los sordomudos que ven mermada su capacidad de relación con los demás. Han surgido así diversas asociaciones en las que se reúnen. En su ayuda surgió el lenguaje de signos, que les permite comunicarse mediante señas realizadas con las manos u otras partes del cuerpo. Pueden construir palabras juntando las letras que elaboran con sus manos, y otras veces signos que expresan toda una palabra como puede ser padre tocándose la frente y la mandíbula o madre haciéndolo a ambos lados de la boca.
6. ¿Ha habido grandes sordos?
Si, y muy grandes; debe saber que muchos sordos han contribuido a construir el mundo maravilloso en el que vivimos. No sabemos si conoce que un sordo ilustre fue capaz de componer obras musicales increíbles, fue el caso de Beethoven, otros han sido creadores increíbles como Tomás Alva Edison, al que debemos entre otras muchas cosas la bombilla, sorpréndase porque otro sordo Graham Bell inventó el teléfono, y nuestro increíble Francisco de Goya tampoco oía bien.